Trastornos emocionales y de conducta
Los trastornos emocionales y de conducta son comunes en la infancia y adolescencia, una detección e intervención temprana puede mejorar considerablemente los resultados del tratamiento.
En muchos casos, son los padres y profesores quienes notan que algo no va bien y solicitan una evaluación emocional y conductual.
Los profesores suelen hacerlo debido a problemas de conducta o bajo rendimiento académico, mientras que los padres consultan por rivalidades entre hermanos, alteraciones de conducta o distintos miedos.
Posibles indicadores emocionales
Algunos comportamientos emocionales en los niños pueden indicar la presencia de trastornos emocionales. Algunos ejemplos incluyen:
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Prefiere estar solo, es reservado o poco participativo, evitando el contacto con los demás.
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Se queja de malestares físicos como dolores de cabeza, estómago o pecho, y falta a clase con frecuencia debido a estas molestias.
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Muestra ansiedad, inseguridad, miedo o preocupación excesiva.
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Exhibe comportamientos inmaduros para su edad, como una fuerte dependencia de los adultos o la preferencia por relacionarse con niños menores.
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Expresa ideas extrañas o poco comunes, y su discurso puede ser desorganizado.
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Parece triste, desmotivado, sin sentido del humor, disfruta de pocas cosas y puede sentirse no querido.
Posibles indicadores conductuales
Las alteraciones de conducta pueden ser una forma en la que los niños expresan su malestar emocional. Entre los problemas de conducta más comunes se encuentran:
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Dificultades para concentrarse, hiperactividad e inquietud, lo que afecta su rendimiento escolar.
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Baja tolerancia a la frustración y poca paciencia ante los retos.
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Miente, dice groserías, molesta en clase, desobedece y se resiste a las normas.
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Falta de interés por el estudio, no realiza tareas y muestra desmotivación hacia el aprendizaje.
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Conductas agresivas o violentas, como acosar, amenazar, robar, o incluso crueldad hacia animales.
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Intervención en trastornos emocionales y de conducta
El objetivo de la evaluación es comprender el comportamiento y los síntomas, para determinar si forman parte del desarrollo normal o si hay un trastorno subyacente. Una vez identificados los problemas emocionales o de conducta, se diseña un plan de intervención personalizado. El objetivo es reducir o eliminar estos problemas, trabajando conjuntamente con los padres y, si es necesario, con el colegio u otros entornos importantes en la vida del niño.